EL GRÁFICO
Escribí lo que sigue después de enterarme del cierre de El Gráfico. La nota original está acá . Cuando era chico y la economía de casa se fue a pique, sólo hubo una cosa que nos acompañó en todas las mudanzas: la colección de revistas El Gráfico que desde los años 50 había juntado Héctor, mi papá. Tras perder la casa y empezar el peregrinaje de alquileres, cada mudanza implicaba encontrar un lugar para tantos El Gráfico, a los que sumaban algunos ejemplares de su hermano menor, Goles. Crecí viendo las tapas del Independiente de los 70. Y a veces viajaba en el tiempo para saber de Fórmula Uno, ciclismo y, sobre todo, boxeo. Cada vez más amarillos, lo primero que se buscaba en cada nueva casa era un lugar donde guardarlos. Cuando empecé a estudiar periodismo Héctor me recomendaba que aprenda de las lecturas de Panzeri, Frascara, Borocotó, Ardizzone, Juvenal y tantos otros. Y yo, al igual que los de mi generación, lo que más quería era trabajar en El Gráfico. A fines de los set